Viaje a través de las manos

Resulta para muchos un deleite que las campesinas te den una dulce taza de café cuando vas a esos lugares de montaña. La combinación del frío y el aroma se convierten en experiencias que te permiten observar las manos trabajadoras que compartieron sin saberlo, uno de sus mayores tesoros. 

Esas manos que te dejan ver cómo el pasar del tiempo se refleja en sus cicatrices, arrugas y colores, siempre contendrán la historia de sus vidas. Pasar de la fuerza a la calma, de la vitalidad al cansancio y de la adrenalina a la tranquilidad, demuestran que los años tienen su carga y que liberarnos de ella, siempre será una meta. 

Aunque el camino fue largo y autosuficiente,  descubrir en un punto que recorrer kilómetros se vuelve insostenible, es una de las cosas más duras de aquel que siempre se creyó joven y libre. La dependencia y vulnerabilidad se combina con creencias culturales capaces de remplazar las decisiones tomadas por si misma, por las que más convengan según la tradición. 

Es por ello que la reflexión gira en torno al papel del observador, que ve cómo se extingue la llama ajena o propia pero está paralizado como para reaccionar ante el inevitable paso del tiempo. Será que lo único que queda es la aceptación? Más bien puedo pensar, que el proceso debe convertirte en un cúmulo de hábitos para cuando te conviertas en el protagonista, pases de ser un mero observador a un excelente dinamizador de tus últimos segundos. 

Besos 💋

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